Descripción
Proliferan los programas de debates en público en donde personas ni calificadas ni autorizadas pregonan y defienden, probablemente no doctrinas, pero sí opiniones inconsistentes, contrarias al amor: al amor al cónyuge, a los hijos, y cómo no, también a uno mismo.
Los que han fracasado en el amor lo saben bien: el primero que pierde es uno mismo. Lo impresionante es ver a todo un público ciertamente con menos formación que la persona que dirige estos seudo debates, participando activamente y aplaudiendo todo lo que ahí se dice, incluso lo carente de peso, lo incoherente, muchas veces hasta lo deshonesto. Es verdad, por otra parte, que los medios informativos manipulan la verdad. Si se rompe un matrimonio nos enteramos todos. Frecuentemente se publican los chismes de la vida íntima de ciertas personalidades en el mundo de la cultura, del deporte, del espectáculo.
En cambio, lo grande, lo que debería publicarse en las primeras planas y lo que debería ser el argumento de las grandes producciones cinematográficas, es que todos los días, y en todo el mundo, cientos de miles de matrimonios luchan contra todas las adversidades pequeñas o grandes por mantenerse fieles al amor que un día se prometieron. Se esfuerzan, se conocen más, se estrechan… Y esto parece no ser noticia aun cuando es lo grande, lo hermoso, lo que vale. Es lo que debería pregonarse. ¿Por qué no sale a la luz? ¿No será porque les falta a los matrimonios vivir con más gozo su amor? ¿Tal vez porque les falta entender lo que es el amor: la alegría del amor, la grandeza del dolor por el amor, la felicidad incluso en el sufrimiento, por amor?