Descripción
Cómo encontrar la paz del corazón. A lo largo de mi ministerio de más de 25 años en la radio, donde respondo a todo tipo de dificultades y problemas que me consulta el auditorio, he ido notando el aumento de algo que podríamos llamar contaminación de las almas, donde una nube tenebrosa de tristeza, angustia y depresión parece envolvernos a todos.
Y me preguntaba a qué se debía esta nueva epidemia y por qué en tiempos pasados los casos de depresión eran más bien raros. En concreto pensaba porque a mi madre, habiendo pasado por los mismos problemas que conlleva la vida: estrecheces económicas, penas morales, tristezas y desengaños, jamás la vi deprimida. Llorosa, sí, preocupada también, pero deprimida jamás. Su estado habitual, a pesar de los vaivenes y sacudidas, era de paz y serenidad. Y quería aclarar ese misterio. ¿Qué era lo que le daba aquella fortaleza en medio de las dificultades?
Cuando murió tuve la oportunidad de hurgar en su escritorio y, además de un rosario de siete misterios, me encontré un pequeño libro muy antiguo de hojas amarillentas y con la pasta totalmente desgastada, protegido por un forro de plástico, lo cual era indicativo de que lo leía con frecuencia y lo cuidaba como un tesoro. Al empezar a hojear ese libro se resolvió el misterio y descubrí su secreto contra la depresión, la tristeza y la angustia. Me había encontrado con la fuente de donde mi madre sacaba inspiración y fortaleza para cada día.
La mayoría de las ideas que encontrarás en los siguientes capítulos son un comentario a ese pequeño librito publicado en París en 1846 y que lleva como título: “Voz del Espíritu Santo Consolador” y explica: “Reflexiones sobre algunas palabras del Espíritu Santo, para consolar a las almas afligidas”. Todo el libro está resumido en una poesía que pongo al final de este libro y que puedes leer ahora mismo.
Al parecer no hay más copias de este libro y no tiene autor, sólo se menciona el traductor del original francés: “Don Manuel Vela”. Y me pregunto si el autor no sería el mismo Espíritu Santo, porque las palabras no suenan a nada de lo que solemos oír todos los días. Sea lo que sea, procura leer un capítulo cada día haciendo antes la oración al Espíritu Santo.